Se dice que María Prymachenko, artista polaca fallecida en 1997, recordaba así el origen de sus creaciones: “Una vez cerca de casa, junto al río, en una pradera llena de flores donde llevaba a pastar los gansos, dibujaba en la arena diferentes flores que había visto, y después vi arcilla azulada. La tomé y pinté nuestra casa”. El universo de Prymachenko se tiñó de infinitos colores, de figuras ligadas al folklore de su país, de una etiqueta –“naif”– quizás no del todo precisa. Por estos días, la dupla de artistas neoyorquinos Chiaozza (Adam Frezza and Terri Chiaode) coparon la Plaza de los Contratos de Kiev con una instalación de obras inflables inspiradas en el trabajo de Prymachenko. La textura es lúdica; las figuras, una suerte de declarada añoranza por la maravilla infantil. El gesto –la elección del lugar, la artista homenajeada, las tenazas de la guerra ahí nomás– dista de ser una alegre ocurrencia.