sábado, 12 julio, 2025
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Pueden evitarse los incendios que cada verano arrasan los bosques patagónicos?

Desde hace ya muchos años, cada verano se repite una triste historia: los medios se llenan de devastadoras imágenes de árboles incendiados o desmontados a golpe de topadora. Miles de hectáreas de bosques centenarios y montes de incalculable riqueza ambiental son devastadas en horas, ante las cámaras de TV. Ahora, en pleno invierno, y lejos aún de los calores del verano o del pico de trabajo de los tractores, ¿no es posible prevenir?

Según los expertos, hay muchas medidas a tomar para no llegar a cada temporada estival y que la única opción ante los incendios sea mirar y esperar la lluvia providencial. O, para hacer un manejo sustentable de los montes de las provincias norteñas.

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Ante todo, algunas cifras de contexto: un informe de este año elaborado por la ONG Greenpeace mediante el procesamiento de imágenes satelitales concluyó que, durante la última temporada, el fuego arrasó casi 32 mil hectáreas de bosques patagónicos. Y esas hectáreas quemadas en los últimos doce meses cuadriplican lo incendiado en la temporada previa. De hecho, el informe clasifica al año pasado como “el de los peores incendios forestales de las últimas tres décadas”.

Hernán Giardini, coordinador de las campañas de bosques en la ONG Greenpeace. (Foto. Gza Greenpeace)

Que hacer para prevenir

“Para poder pensar en políticas de prevención y extinción precoz para los incendios que en cada temporada afectan el patrimonio ambiental de la Argentina hay que pensar en medidas de los tres niveles de la administración pública: la Nación, las provincias y cada municipalidad”, le explicó a PERFIL Hernán Giardini, coordinador de las campañas de bosques en la ONG Greenpeace. Y agregó: todas tienen la posibilidad de tomar diferentes medidas que pueden ayudar a prevenir los incendios en el corto y en el mediano plazo. Y también para que, cuando se desaten, estos sean contenidos mucho más velozmente, sin tener que esperar a que llueva”.

Para ordenar las ideas, a nivel nacional se necesita -sobre todo- comenzar no negando la crisis climática que -en definitiva- facilita que cada año haya mayores sequías y, por ende, más incendios.

“Hay muchos estudios, hechos por científicos argentinos y de otros países, que demuestran que el calentamiento es un hecho y que seguirá creciendo, y sus proyecciones indican que eso mismo hará que la cantidad de incendios de bosques se duplique en la próxima década”, contó Giardini.

RESPUESTA. Faltan medios y brigadistas para atacar un foco en forma precoz. (Foto: M. Martinez / Greenpeace).

¿Por qué? Es que el calentamiento propicia que los fenómenos climáticos se vuelvan más extremos y frecuentes. O sea, sequías más largas, lluvias más torrenciales y dañinas, más tormentas eléctricas y promedios de temperatura más altos. Eso facilita que, año tras año se inicien y extiendan más focos de incendios en forma natural y también provocados en forma accidental.

Algo llamativo que marca este experto es que, si bien las autoridades de las provincias no replican el negacionismo climático que esgrimen las autoridades de Nación, sí suelen subestimarlo. “Eso también dificulta la adopción de medidas preventivas ambientales significativas, que tengan alcance y continuidad provincial. Por ejemplo, faltan brigadistas, pero también medios para el ataque “rápido” al iniciarse un fuego. Desde más gente capacitada para ir “peleando” el frente de los incendios hasta medios de transporte o aviones hidrantes”.

El sistema de combate contra el fuego actual hace que las provincias se ayuden o, eventualmente, le pidan ayuda a Nación. Pero a veces esa “manta” preventiva se queda “corta”. Por ejemplo, si se desatan varios focos simultáneos, de magnitud, en diferentes provincias, rápidamente los medios disponibles quedan superados.

Educación ambiental

Otro problema que mencionan los investigadores es la falta de prevención por parte de la propia gente. “Esto comprende, por un lado, a los turistas que en el verano llegan a las zonas de bosques y pueden facilitar accidentes por hacer un fuego en una zona no permitida. Eso necesita de campañas de información más efectivas. Pero también a veces pasa con los “locales” que hacen un asado fuera del camping o para “limpiar” un terreno. Luego esas llamas se desbocan y terminan en cientos de hectáreas arrasadas.

Ahí se necesita sostener mucha educación ambiental preventiva. Además, suplir la falta de personal de control que pueda verificar que no se hagan “asados” fuera de los fogones o de los campings habilitados.

En los Parques Nacionales, para poder prevenir mejor, la clave es otra: tener medios de acceso adecuados y disponibles para hacer intervenciones rápidas y efectivas apenas se detecta un foco de calor peligroso y cuando todavía es “apagable”.

Mejor uso de la tierra

Muchas veces, el problema que facilita la expansión del fuego son las grandes plantaciones de vegetación exótica (pinos) que resultan más productivas que el bosque original para su explotación. Pero estas -si no se manejan en forma correcta- generan una enorme cantidad de materia prima (ramas secas, piñas) que funcionan como un polvorín. “Lamentablemente, hay muchas plantaciones abandonadas o, a veces, las municipalidades y las autoridades provinciales no hacen el raleo o levantamiento de estas ramas en forma correcta. Y eso facilita incendios muy grandes y veloces”, recuerda Giardini. Y, por otra parte, falta planificar mejor el tendido de líneas eléctricas (de donde pueden saltar chispas en el verano) para evitar zonas riesgosas.

Sub-ejeción del presupuesto

El experto recuerda que suele decirse que hay que asignar mucho más presupuesto para los programas de manejo del fuego, el equipamiento, brigadistas, aviones. “Pero a veces olvidamos que también hay que ejecutarlos: más de una vez vemos que hay partidas asignadas, pero luego, por recortes o urgencias, termina habiendo una subejecución significativa de ese presupuesto. Por ejemplo, en 2024, la subejecución rondó el 50% de las partidas y recién en pleno verano, cuando los incendios se desmadraron, se comenzó a invertir en el terreno”.

En el norte, la agricultura le gana al monte

En el norte de la Argentina, también disminuyen -año tras año- la cantidad de hectáreas de monte nativo. En este lugar el problema central no son los incendios (que también los hay), sino los desmontes que se hacen para habilitar nuevas zonas para soja y vacas. O sea, para explotaciones de la agricultura y ganadería.

A modo de ejemplo: según el último informe publicado por Greenpeace, durante el 2024 en cuatro provincias del norte argentino se desmontaron en total 119.886 hectáreas de bosque nativo. Y esto, según recuerda Noemí Cruz, coordinadora de la campaña de Bosques de Greenpeace, “se encuadra en un marco de emergencia forestal porque -según los propios datos gubernamentales- entre 1998 y 2023 la pérdida de bosques nativos en el país fue de 7 millones de hectáreas. Esto es, una superficie similar a la de la provincia de Formosa”.

Ver imágenes satelitales de desmontes es una tarea precisa pero fría. Se “ve” y se mide la cantidad de hectáreas de bosque destruidas con precisión. Pero ese proceso no se “siente” en la piel ni el alma. En cambio, basta con viajar a cualquier provincia del norte y acercarse personalmente hasta un bosque que está siendo arrasado, como hizo este cronista, para que la sensación personal cambie por completo.

El monte natural está repleto de ruidos, de pájaros, de luz y movimientos. Cuando las topadoras se encienden y avanzan, llega el ronroneo rítmico y lejano de los motores y se convierte en banda aterradora. Sobre el observador empiezan a pasar veloces bandadas de pájaros que escapan del inminente desastre. Luego llegan los crujidos bajos y tristes de troncos y ramas que estallan y caen. Y el verde se convierte en gris, las hojas se vuelven tierra y se abre el espacio abierto ya casi listo para cultivos o vacas que ocuparán el lugar del monte. Ese bosque que se encargaba de mantener la diversidad, acumular el agua y amortiguar el calor.

TESTIGO. Noemi Cruz, de Greenpeace, experta en conservación del monte (Foto: Cedoc / Perfil /EGA)

Ahora, por unos años, la parcela desmontada será “productiva” en soja o en pasturas. Aunque por un período relativamente corto, porque luego se agotan los nutrientes y usarla deja de ser rentable. Queda luego abandonada, ya sin valor económico, y tampoco ambiental.

“El proceso del desmonte es muy cruel”, resume Noemí Cruz , experta en el tema en Greenpeace. Como salteña y trabajadora de esta ONG, está curtida por años y años de asistir y registrar desmontes de todo tipo. Pero no logra “encallecerse”; se emociona mientras describe el proceso que se viene.

Estar a pocos metros de un nuevo desmonte, ver las topadoras enganchando cadenas para luego avanzar abriendo picadas primero, avenidas después. Tras ese ida y vuelta, la vegetación baja se rompe y los ejemplares altos son arrancados. Solo quedan aferrados al suelo, como mojones , los tocones más grandes que serán quitados más tarde.

Con las raíces al aire y las ramas rotas, las palas mecánicas comienzan a acumular al costado del nuevo “lote” esa masa verde que empieza a morir. En pocos días, la cuadrilla de máquinas y hombres despejan la vegetación milenaria de la zona y la dejan “lista”. Aunque eso, en la práctica, solo implica poder explotar esos metros cuadrados por unos años, ya que, luego, la tierra “ganada” se agota, se deteriora y es abandonada para ir a repetir el proceso de desmonte en otro monte.

ANTES Y DESPUES. Los demontes destruyen el ambiente en Formosa (GZA. © Martin Katz – Greenpeace)

El resultado final es un gran pasivo que suma perder recursos verdes, humedad, amortiguación del calor, biodiversidad, animales salvajes, repositorios de carbono y el cierre de estas “fábricas” naturales de oxígeno.

Como regenerar un desastre ambiental

Para poder adaptarse mejor a los nuevos tiempos ambientales y poder prevenir en el futuro estos ciclos de incendios periódicos, una opción que exploran los biólogos es mejorar el uso del suelo y de los diferentes biomas, para hacerlos más “resistentes” a estos fenómenos. Andrés Novaro, directivo en temas de conservación de la ONG WCS Argentina, le explicó a PERFIL que “el fuego no solo afecta a los bosques patagónicos o al monte en el norte: también daña a otros sistemas ambientales, como los pastizales de la pampa”. Según Novaro, el tipo de explotación agrícola predominante en los últimos cien años (ganadería, por ejemplo) ha ido deteriorando los pastizales y las sabanas. Eso, sumado al calentamiento global, hace que los fuegos de origen natural se agraven y se vuelvan más violentos y dañinos con el paso del tiempo. Originalmente, el fuego ayudaba a renovar el ambiente. Pero tras muchos años de pastoreo poco planificado, el fuego se convirtió en un gran problema ambiental porque cuando se apaga, las que vuelven primero a colonizar la zona afectado son las plantas exóticas, que hacen perder totalmente la biodiversidad y la calidad ambiental original de la región.

Para poder revertir este proceso, la propuesta de los expertos es hacer un manejo más sustentable de la ganadería. Por ejemplo, haciendo rotaciones planificadas de los animales por las distintas parcelas de un campo para que den tiempo a recuperar las especies sobreexplotadas. También algunas remociones mecánicas de arbustos en zonas de montes de caldenes. Y el uso del fuego para desmalezar, pero en forma científica y controlada.

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