De la guerra contra la adicción al déficit fiscal y la emisión a la guerra contra el chip argentino de pensar en dólares. La Argentina de Milei se esfuerza por transicionar de una macroeconomía de matriz kirchnerista a una macroeconomía que se suba al menos a la normalidad de los principales países de la región: no parece tanto pero es muchísimo. “Ojalá lleguemos a una macro como la de Chile, Perú o Uruguay en diez años. Hay un largo camino para recorrer”: lo dice desde Manhattan un argentino de los mercados de vastísima experiencia, muy escuchado por el Gobierno, que celebra el anuncio del viernes.
Diez años por lo menos tendrá que recorrer la Argentina para alcanzar una macroeconomía estable comparable a los países vecinos de macro razonable. Una década de rezago en la normalidad macroeconómica. Una medida de los fracasos de la política de los últimos cuarenta años, sobre todo del peronismo y del kirchnerismo, con cuota parte de la gestión de Cambiemos y del radicalismo y la transversalidad aliancista. ¿Podrán Milei y Caputo?
El Gobierno cree que llegó la hora: la sola decisión de avanzar con medidas de flexibilización del cepo representan una decisión macroeconómica y política única desde septiembre de 2019, cuando Cambiemos volvió al cepo que siguió con distintas pieles hasta el viernes. El tono épico y refundacional del anuncio del viernes buscaron reforzar la sensación de un antes y un después: desembolso inicial inédito del FMI para recapitalizar al Banco Central y flexibilización del cepo, el combo que el Gobierno festeja. “El Gobierno celebró un anuncio. Mejor celebrar resultados”, señala otro economista experto en finanzas que se muestra prudente ante las nuevas medidas.
Por ahora la osadía de normalización macro está obligada a una salida del cepo con libertad bajo fianza: libre flotación entre bandas, intervención del Banco Central en los márgenes, libertad total para las personas humanas y restricciones estratégicas para las empresas, por ejemplo, el Bopreal para dividendos del pasado. Lo de estratégica apunta a preservar la sostenibilidad de la acumulación de reservas, y postergar el oxígeno pleno de la libertad total: en este presente, eso puede impactar negativamente. El máximo de libertad posible dentro del contexto actual, tanto interno como externo.
“En los países normales, las bandas cambiarias no se usan más. Pero en la Argentina, al no tener mercado de capitales, se ve obligada a usar instrumentos de la década del ´50 o ´60 y de países de Europa del Este que salieron del comunismo o de países de América Latina que venían de hiperinflaciones. Destruimos todo. Hay que remontar cinco décadas de destrucción”, subraya el argentino de los mercados globales. Desde el viernes, el Gobierno confía en que las medidas dejen a la Argentina en el sendero de la reconstrucción. En muchos de esos casos, se salió con bandas. Al principio, se evitó la flotación total. Hace décadas que las dejaron en el camino.
Después del mensaje de Milei y de Caputo, la preocupación inscripta en el ADN argentino gira en torno a dos preguntas: ¿a cuánto se irá el dólar, con la expectativa de que el dólar siempre sube? ¿Cuánto se pasará a precios? Para el Gobierno, llegó la hora de sumar un nuevo capítulo en su manual de pedagogía macroeconómica. El nuevo diseño macro pivota sobre la estructura patrimonial del Banco Central y al aprendizaje de la libertad en el tipo de cambio.
El año 1 de Milei duró dos: 2024, el primero de su presidencia, y el anterior, 2023, el año electoral. En ambos, su plan antiinflación se sostuvo en una voluntad política para proponer lo impensable y llevarlo adelante: el ajuste extremo como utopía deseable. Ganar elecciones y sostener la gobernabilidad en minoría reduciendo el déficit a hachazos. El resultado de esa primera jugada llevó a una baja contundente de la inflación y con ella, de la pobreza. Milei revalidó con la legitimidad de gestión la legitimidad de origen que le dio el triunfo electoral. Llegó con el mandato de la inflación y cumplió con el delivery.
El año 2 es este 2025 presenta un parecido similar, otra vez una elección en el horizonte, y la presión de una inflación baja pero estancada, con un fogonazo en marzo, por lo menos, y la pérdida de reservas para contener al dólar. El riesgo, otra vez, es completar el plan macro con la salida del cepo y terminar impactando en contra en las elecciones legislativas si la flotación entre bandas hace subir al dólar peligrosamente y se traslada a precios justo antes del día de votación. Pero el Gobierno salió igual.
En los últimos tres días, el debate se da sobre si la decisión responde a un sentido de la oportunidad o es oportunismo político del Gobierno. ¿Debió salir antes del cepo pero no lo hizo para poder pisar el dólar y producir una baja artificial de la inflación para garantizar imagen positiva alta en año electoral? Tres fuentes independientes confirman que la decisión de salir del cepo estaba instalada en Caputo y su equipo desde mediados del año pasado. A pesar de la sugerencia de algunos de sus miembros de salir antes apalancados en una herramienta financiera más compleja, Caputo insistió con reforzar primero las reservas y luego salir.
El nuevo mecanismo macro plantea cuatro puntos clave. Primero, un nuevo alcance de la noción de libertad. Con la libre flotación entre bandas, el Gobierno vuelve a un caballito de batalla: la desburocratización en la fijación de un precio y el re empoderamiento del mercado para fijar dos de tres variables clave: tipo de cambio, tasa de interés o cantidad de dinero. Ya no es el Estado y la arbitrariedad de una gestión económica los que fijan el precio del dólar sino el juego del mercado, aunque entre bandas. Para reforzar esa idea, dentro de la banda, el Banco Central sólo puede comprar para asegurar la acumulación de reservas pero no tiene permitido vender. En ese marco, el plan no tiene metas fiscales sino de acumulación de reservas: 4 mil millones de dólares para 2025.
La nueva libertad de mercado se da a dos bandas. Una dentro de las bandas de tipo de cambio, en torno a las tasas y el precio del dólar: surgirá del mercado. La otra, en el borde de la banda: el mercado decidirá la tasa de interés y la cantidad de dinero mientras que en esas dos zonas, el Gobierno irá al control del tipo de cambio. Toda una maquinaria cambiaria desacostumbrada para los argentinos. Vencer los reflejos del ADN patrio es uno de los objetivos del plan.
Segundo, la reconstrucción de una nueva causalidad: demostrar que no toda suba del dólar se traslada a precios. Milei posteó en X la primera avanzada de esa cruzada: la confusión entre correlación, cuando se confunde el hecho que dos cosas sucedan al mismo tiempo con que una sea causa de la otra. Correlación no es causalidad: para Milei, la Argentina ha venido atribuyendo al aumento del dólar el aumento de precios. Según Milei, la verdadera causa siempre fue la emisión para cubrir el déficit: como en 122 años sólo hubo 10 años sin déficit, se fue generando una conclusión errónea de causalidad del dólar. El Gobierno confía en que en un contexto de superávit, casi excepcional en la historia argentina, quede clara esa causalidad. La idea es discutir la relación causa efecto entre suba del dólar y suba de precios generalizada, es decir, inflación: el famoso pass through. Lo acompañaron sobre todo el viceministro de Economía José Luis Daza y Federico Sturzengger. En esa lógica, la suba del dólar dentro de las bandas no producirá inflación sostenida y alta en los próximos meses.
Tercero, el largo y mediano plazo como el plazo dominante y ya no el festejo de la baja de inflación mensual como el logro del Gobierno. “En el mediano plazo, la inflación no tiene otro destino que colapsar”, dijo Milei en la cadena nacional. Es también un cambio en la lógica de su gobernabilidad: ahora el eje de su triunfo estará dado por el precio del dólar dentro de la banda, y la capacidad del Gobierno para intervenir cuando llegue al techo.
Cuarto, la disputa en torno a un nuevo diccionario. La palabra “devaluación” está en el centro del debate. El Gobierno se resiste a considerar la suba del dólar oficial dentro de la libre flotación entre bandas como devaluación. Una devaluación es producto de una intervención del Gobierno, una discrecionalidad que rechaza la nueva concepción de política cambiaria. “Cuando un Gobierno determina el precio de la divisa y lo cambia por otro precio determinado por el Gobierno”, argumentó Daza el pasado domingo en una entrevista televisiva. “Esto es flotación”, diferenció. “El Gobierno no fija el precio y se puede mover y nadie lo sabe de antemano”, precisó. Lo de diciembre de 2023 con Milei, fue devaluación. La flotación actual lleva al esquema a un mayor grado de libertad y recompone el sistema de precios como un sistema de información.
La resistencia política que encontró Milei en la oposición más dura quedó compensada con el apoyo de Estados Unidos, materializado en la visita del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent. Bessent planteó directamente un paralelismo entre Milei y Trump en su rechazo a la casta política, al Estado grande e ineficiente y al foco en el bienestar general. ¿Por qué Bessent llegó a Buenos Aires en un contexto tan crítico para Estados Unidos? “No se entiende”, reconoce un tercer argentino de larga trayectoria en los mercados.
En el kirchnerismo, hay una hiper que todavía pesa: la hiper ideologización de las herramientas macro y financieras. Desde Cristina Kirchner y Axel Kicillof al exministro de Economía Martín Guzmán, se instaló una lectura tremendista del plan del Gobierno. Inclusive, desde el radicalismo, Martín Lousteau no encontró aspectos positivos, a excepción de “eliminar incertidumbre de mercado en el corto plazo”.
Para el Gobierno, aunque quiere hacer pedagogía sobre el valor del largo plazo, en el corto enfrenta una elección. El resultado de Santa Fe puede aislarse como producto de una construcción territorial que todavía falta y en la que no puso todas las fichas. Pero la elección de Ciudad de Buenos Aires se juega en el corto plazo. Y está Manuel Adorni, una de sus espadas más clave: perder esa elección en general y sobre todo, perderla en la pulseada con Pro lo puede dejar expuesto políticamente.
¿Un dólar libre pero previsible traerá la misma calma que una inflación a la baja y el mismo rédito social? ¿O la inflación jugará en contra? Más allá del resultado, Milei ya tiene una respuesta para eso: que privilegia lo correcto antes que lo conveniente. Una frase que Mauricio Macri suele repetir.
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