domingo, 13 abril, 2025
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El artesano que salvó de la extinción una lengua que hoy utilizan con fluidez todos los chicos de una isla española

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El maestro silbador, Isidro Ortiz Mendoza, durante una clase

¿Es posible mantener una conversación con alguien ubicado hasta a tres kilómetros de distancia, sin levantar la voz ni gritar, y sin acudir a ningún aparato? La respuesta es sí. Y la modalidad es usada desde tiempos ancestrales por los habitantes de sitios tan distantes como México, Turquía, Grecia, o la isla de La Gomera, en Canarias, España.

Esta lengua no hablada recibe el nombre de “silbo” y es una adaptación hecha para articular cada idioma (español, turco, griego, etc.) mediante silbidos. No se trata de un idioma con palabras propias, sino de una lengua, como es la de señas. Y desde siempre los silbadores se han comunicado entre sí en mensajes totalmente ininteligibles para quien no domine ese arte.

Por ejemplo, en un hecho del que dan cuenta los registros históricos del gobierno de las Islas Canarias, en la llamada “Rebelión de los gomeros” de 1488, los habitantes de esta isla española de unos 370 kilómetros cuadrados, ubicada a 300 kilómetros del continente africano, pudieron transmitirse unos a otros en pocos minutos y sin moverse de sus casas, mediante el llamado “silbo gomero”, la muerte del tirano Hernán Peraza, que dominaba la región.

Más de cinco siglos más tarde, en Got Talent España, el pequeño Irún, de 9 años, se paró hace un tiempo junto a los miembros del jurado del programa televisivo, y mediante silbidos hábilmente articulados con labios y manos, transmitió a su coterráneo de La Gomera, Ángel Manuel, de 10 años, que estaba a varios metros de él, sobre el escenario, cada uno de los mensajes que los conductores del programa le fueron diciendo al oído, desde “Silbar es bueno” hasta “Dile a Edurne [miembro del jurado] que apriete el botón dorado”.

Este logro de supervivencia en las nuevas generaciones de una lengua antiquísima, no hubiera sido posible sin la labor de un hombre: el maestro silbador Isidro Ortiz Mendoza, hoy de 94 años.

Isidro Ortiz Mendoza, maestro silbador

Desde su casa en la localidad de Chipude, en La Gomera -una de las ocho islas que conforman el archipiélago de Las Canarias-, Ortiz Mendoza habló con LA NACION sobre su titánica tarea de rescatar un arte que, con la llegada masiva de los aparatos telefónicos a fines de los 80, había caído prácticamente en desuso.

Preocupado por la extinción de la lengua con la que todos los habitantes de La Gomera se habían estado comunicado desde siempre, el maestro silbador le ofreció en 1988 al director de una escuela local, de forma optativa para los niños que quisieran, enseñarles a silbar en el horario de recreo. “Al poco tiempo, esos chicos comenzaron a divertirse utilizando el silbo para pasarse rápidamente mensajes y órdenes entre ellos”.

“Los pequeños tomaban clases con una ilusión tremenda. Sus abuelos les expresaban además su felicidad de verlos usar la lengua con la que ellos se habían comunicado desde su infancia, y los padres se emocionaban viendo revivir una forma de expresarse que para ellos ya era desconocida”, recordó Ortiz Mendoza.

Ante el entusiasmo, otras escuelas de la isla también le pidieron a Ortiz Mendoza que enseñara silbo a sus estudiantes.

La renovada moda llegó a oídos del Consejero de Educación del archipiélago de Canarias que fue a visitar La Gomera y le pidió al maestro silbador una exhibición. “Entonces busqué a uno de mis mejores alumnos, y lo hice pararse en el muelle de San Sebastián, junto al mar. Yo subí al Parador de La Gomera, a varios centenares de metros de distancia. Mediante teléfonos las autoridades nos fueron diciendo los mensajes que debíamos intercambiar, y quedaron asombrados de la fluidez de nuestra comunicación en silbo gomero”.

La muestra impactó de tal manera que el silbo fue incorporado en 1999 como asignatura en todas las currículas de la isla, como parte de la materia Lengua. Y las cadenas de televisión de toda España empezaron a invitar a los pequeños silbadores de La Gomera a sus programas.

El fenómeno fue estudiado incluso en la Universidad de La Laguna, en Tenerife -la más grande de las Islas Canarias-, donde los lingüistas escribieron varios artículos y libros sobre la cuestión. El logro final fue que en 2009 la Unesco declaró al silbo gomero como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”.

Isidro Ortiz Mendoza también recuperó el uso de los tambores y las chácaras (al fondo) en la música folclórica de La Gomera

Entre otras cuestiones, los expertos investigaron por qué culturas tan diversas tenían el silbo como forma de comunicación, y cómo era que los diferentes sonidos que forman una palabra podían ser claramente identificados a distancias tan grandes.

En un artículo sobre sus “Experimentos con la acústica del silbido”, la experta norteamericana Christine Shadle demostró por ejemplo que por ser más agudo -con frecuencias más altas y longitudes de onda más cortas-, el silbido humano (que alcanza entre 2 y 4 kiloherz) es más resistente a la degradación mientras se propaga, y puede ser inteligible a una distancia diez veces mayor que, por ejemplo, un grito. Por eso su especial utilidad en terrenos accidentados. “En La Gomera, como es una zona escarpada, con el silbo podemos transmitirnos inmediatamente a dos o tres kilómetros de distancia en línea recta un mensaje para el que deberíamos andar a pie diez kilómetros si quisiéramos comunicarlo en persona”, explicó Ortiz Mendoza.

Por su parte los lingüistas Manuel Carreiras, de la Universidad de La Laguna y David Corina, de la Universidad de California, buscaron descifrar cómo procesa el cerebro humano un mensaje emitido por el silbo, en comparación con la lengua hablada. El informe fue publicado en la revista científica británica Nature.

En diálogo telefónico con LA NACION, Carreiras explicó que al escuchar el silbo el cerebro activa en realidad las mismas áreas implicadas en el procesamiento de la lengua hablada, por lo que, a nivel neurológico es reconocido como otra entidad lingüística.

“Hicimos varios experimentos y vimos que, a diferencia de las áreas del cerebro que procesan por ejemplo la música, tanto en el silbo como con la lengua de señas, se ponen en funcionamiento regiones relacionadas con el habla”, explicó Carreiras a este diario.

Para su investigación los expertos reclutaron a cinco silbadores y a cinco hablantes de castellano que no comprendían el silbo. Luego utilizaron imágenes de Resonancia Magnética Funcional para ver qué pasaba en el cerebro de cada uno al oír un mensaje silbado.

“En el caso de los silbadores se activaron regiones en el hemisferio izquierdo del cerebro, incluyendo algunas en el área posterior temporal-parietal y en el córtex frontal premotor, regiones involucradas en la producción y comprensión del lenguaje. Además hubo activación en el lóbulo temporal del hemisferio derecho, otra área relacionada con el procesamiento lingüístico“, señaló Carreiras.

El silbo gomero solo cuenta con dos vocales y cuatro consonantes, pero utilizando dientes, labios, mandíbula y cuello, los silbadores articulan una variedad de tonos y alargamientos de los sonidos que hacen posible la transmisión de cualquier tipo de mensaje. De todas maneras, es frecuente un ida y vuelta en las comunicación para verificar la comprensión correcta.

Ortiz Mendoza se encargó de clasificar todas esas particularidades y dejarlas por escrito en un método de enseñanza que llamó “silfateo”, que está en el Registro de la Propiedad Intelectual.

El maestro silbador, Isidro Ortiz Mendoza

El maestro silbador -un artesano que además también logró revivir bailes e instrumentos folclóricos locales, como el tambor gomero y la chácara, una especie de castañuela- no se anima a pronosticar cuál será el futuro del silbo con los avances tecnológicos en esta isla de 22.000 habitantes. Por lo pronto, el silbo ya se ha convertido en un atractivo para el turismo, que es el principal recurso de la isla. Los tours y los restaurantes, suelen incluir grupos de silbadores que hacen demostraciones, y los primeros alumnos son ahora los nuevos profesores. “Ahora quedará en ellos buscar la manera de mantener viva esta lengua que finalmente ha vuelto a ser patrimonio de todos los habitantes de la isla y, ahora también, de la Humanidad”, concluyó Ortiz Mendoza.

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