Horacio Zeballos cumplirá 40 años en poco más de dos semanas, el próximo 27 de abril. Pero las velas en la torta, el recorrido y las grandes conquistas no le impiden al ex número uno del mundo disfrutar de cada nuevo éxito como si fuera el primero.
Como sucedió este domingo en el ATP 250 de Bucarest, en Rumania, donde alzó su trofeo inaugural del máximo circuito en lo que va de la temporada: junto con su compañero español Marcel Granollers, el experimentado doblista zurdo se consagró tras superar 7-6 (3) y 6-4 en la final a los alemanes Jakob Schnaitter y Mark Wallner, ambos ubicados en el puesto 67 del ranking, y cosechó el título 23 de su fructífera trayectoria en el tenis por duplas.
Actual 11° del escalafón internacional, el jugador nacido en Mar del Plata celebró su nueva victoria con un viaje emocional a sus inicios, en la fría ciudad de la costa argentina, en la que se formó con su padre Horacio en el Edison Lawn Tennis Club, en medio de la fusión incomparable de viento, lluvia y heladas.
«¡Campeones en Bucarest! Qué alegría inmensa. Gran semana, dándolo todo… Con un clima que me hizo acordar a las tantas mañanas en las que iba temprano al club Edison a jugar con mi viejo y mis amigos, con vientos, lluvia y frío», expresó el flamante ganador del Tiriac Open, propiedad del rumano Ion Tiriac, el histórico entrenador de Guillermo Vilas, el legendario tenista argentino también formado a metros del Atlántico en Mar del Plata.
Con remera térmica de mangas largas y extensas calzas debajo del short, en un hostil clima de heladas que promediaron durante la semana una sensación térmica de tres grados centígrados, Zeballos besó el trofeo de su conquista en Rumania sin olvidarse de la génesis de todo: «Aquellos torneos juveniles por el país, en los que las entradas en calor eran a las 7.30 de la mañana, con la cancha escarchada. Hoy han pagado una vez más. La perseverancia, el trabajo duro y la pasión, tarde o temprano, siguen pagando. Me emociona… no tanto el torneo sino los recuerdos de mi infancia».
El motor deportivo del zurdo, con casi 40 años, todavía se alimenta del mismo empuje que lo impulsó desde que tomó su primera raqueta, cuando tenía apenas cuatro años: aquel chico formado de la mano de su padre (fundador del club en 1984; llegó a jugar dos veces con Vilas) se regodea con cada éxito, con cada paso adelante, incluso cuando ya atravesó la porción más grande de su carrera.
Horacito, como lo reconocen en su fría ciudad natal, había rememorado también el comienzo del camino en mayo del año pasado, cuando alcanzó nada menos que la cima del ranking mundial de dobles, luego de un triunfo en el Masters 1000 de Madrid. «Esto es la punta del iceberg, pero venimos trabajando hace años. Hace 35 años cuando agarraba mi primera raqueta; hace 25 años, cuando bajo frías mañanas de invierno hacíamos 120 saques por día con mi viejo y mi vieja juntaba las pelotas», decía entonces. Transcurren los años, pasan las conquistas, se acumulan los logros, pero la esencia del campeón emocional, en definitiva, nunca cambia.
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